Leyendas de Irlanda

¡Hola de nuevo, lectores!

El año pasado, para educación física, tuvimos que hacer un trabajo de expresión corporal que se trataba de un baile con una temática. En mi grupo decidimos centrarnos en la cultura irlandesa y en su rica mitología. Dividimos el baile en dos partes, representando diversos seres mitológicos en la primera (yo hice el papel de banshee) y bailando todos juntos en la segunda. Probablemente estaréis pensando que por qué os cuento todo esto, pero pronto veréis a dónde quiero llegar.

Pues bien, para la primera parte buscamos (o más bien “busqué”, pero eso es otro tema), algunas leyendas y mitos irlandeses, así como información sobre ciertos personajes de esta cultura. En concreto, hubo una historia que me gustó bastante, y hoy os la traigo (claro que contada a mi manera, no la encontré así). Y aquí la tenéis:



El alegre juglar saltaba los adoquines de la calle seguido por numerosos niños, que ansiaban escuchar una de sus historias. El hombre reía, animando a la gente reunida en aquel bullicioso mercado. Pero no tardó en hacerse el silencio. Ya tenía a su público atento, y el juglar no dudó en comenzar con su relato:

“Acercaos, curiosos, venid a escuchar, que tengo una historia que os va a encantar. Trata de un hombre con mucha perspicacia, casi tan grande como sus múltiples gracias. Adora el placer de fumar en pipa, pero su verdadero pasatiempo es la zapatería. Por eso sus zapatos son tan elegantes, siempre adornados con hebillas gigantes. Sobre el rojo cabello un sombrero de alta copa, del mismo color que sus verdes ropas. Sin embargo, y aunque no lo parezca, mentí al llamarlo “hombre”, ya que estas curiosas criaturas poseen otro nombre. Es en verdad un Leprechaun el protagonista de este relato, y creedme, damas y caballeros, que son unos pequeñines muy avaros.

>>Así pues, estaba el Leprechaun en un bosquecillo, fingiendo decoro, encargándose de la delicada tarea de contar su precioso oro. Tan absorto estaba que tardó en percatarse de la curiosa mirada del granjero que observaba su hazaña. Así fue como nuestro pequeño amigo fue atrapado por aquel desconocido. Avaricioso, obligó al Leprechaun a hablar, y así el paradero del resto del tesoro poder averiguar. “Debajo de este arbusto lo he enterrado, y ahora déjeme libre, que la verdad he contado”, contestó el Leprechaun. Para diferenciarlo del resto de arbustos, colocó uno de sus calcetines rojos, que, sobre las hojas, destacaba a sus ojos. “De irte eres libre si no mueves el calcetín y prometes tampoco llevarte el enterrado botín”, y el Leprechaun cumplió su palabra mientras el granjero iba a buscar su pala. Pero cometió el error de subestimar a un Leprechaun astuto, ya que, cuando volvió con su pala, había cientos de calcetines iguales sobre todos los arbustos.

>>Y aquí, mi estimado público, termina este cuento, y haréis bien en creer lo que digo, porque no os miento. Si con un Leprechaun os topáis, no intentéis robar su dinero, ya que será inevitable acabar siendo engañados como el codicioso granjero.”

Gracias por leer y déjate llevar por la fantasía...

Comentarios

  1. ¡Hola!
    Primero que bien escribes y segundo, que genial que te dejen un tema para educación física a mi me dejaron puro reggaeton y fue doloroso.

    Por cierto ¿Qué opinas de la mitología prehispánica?
    ¡Besos! 💗

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola!
      Muchas gracias por leer, me alegro de que haya gustado :). Y pobre por lo del reggaeton.
      En cuanto a lo de la mitología prehispánica la verdad es que me gustaría saber más. Siempre es interesante conocer sobre estos temas. Además, en segundo de la ESO hice un trabajo para historia sobre las culturas precolombinas, pero no se centraba casi nada en la mitología. Seguro que buscaré más sobre ello ;D.
      Besos a ti también!!

      Eliminar

Publicar un comentario

Tus comentarios nos dan alas y las alas nos hacen volar. Y allí, volando, escribimos para que tú también puedas desplegar tus alas 🌌

Entradas populares de este blog

Jak and Daxter

La Serpiente Emplumada: el Dios traidor

Novoland - The castle in the sky (Reseña)